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LA PROSTITUCIÓN



Ana Alejandre

Como este blog tiene como objeto hablar sobre los marginados sociales, en esta ocasión la prostitución es objeto de este artículo, por constituir una forma de marginación de quienes la ejercen.

Como marginación social se entiende la situación que vive un individuo o grupo social cuando no forma parte de la sociedad ya sea por cuestiones políticas económicas, profesionales o sociales. Este fenómeno se produce cuando el conjunto de la sociedad sigue como normas de convivencia unos ideales aceptados por dicha comunidad social, o porque se imponen desde el poder en defensa de sus intereses, aunque lo ostente un grupo minoritario.

La marginación social se produce en actos de rechazo, indiferencia, represión o reclusión, en una gran amplia gama de grados; sin embargo, la característica común a todas las formas de marginación es la falta de oportunidades y la privación o no accesibilidad a bienes y/o servicios básicos para todo miembro de la sociedad en cuestión.

La prostitución, como marginación social, es del tipo de marginación artificial de exclusión o por represión de conducta, como pueden ser los que padecían hasta hace pocos años los homosexuales, las madres solteras, los mendigos y quienes ejercen lo que se conoce como “el oficio más antiguo del mundo”, así como los que viven de la prostitución ajena como es el caso de los chulos o proxenetas.

España ostenta el triste récord de ser el primer país de Europa y el tercero del mundo que demanda más los servicios de prostitución. Según la ONU, el 39% de los varones españoles ha  pagado tener relaciones sexuales mercenarias, lo que sitúa a España en ese primer puesto a nivel europeo y tercero en el mundo, lo que no es motivo de orgullo alguno

El segundo país, en lo que respecta a Europa, es Suiza con un 19%, al que siguen Austria (15%), Países Bajos (14%) y Suecia (13%) . Y a nivel mundial, los países que superan a España son Tailandia, donde el 71% de los hombres ha pagado por sexo, y Puerto Rico, con un 61%.

Un dato a tener en cuenta en relación al negocio de la prostitución en España es que en nuestro país existen más de 1.500 burdeles, en los que se producen unos ingresos de cinco millones de euros diarios.

Además del alto porcentaje de usuarios de la prostitución, España es uno de los principales destinos del tráfico de mujeres y uno de los más importantes puntos de tránsito de tan vergonzoso tráfico de seres humanos.

Aunque la dificultad para perseguir estos delitos queda patente  con solo el dato de que en 2017,en todo el país, se abrieron únicamente 103 causas judiciales por ese motivo, según la Fiscalía General del Estado.

Pilar Llop, delegada del Gobierno para la Violencia de Género proporcionó todas estas cifras en la conferencia que dio sobre la prostitución en nuestro país. organizada por la Coalición contra la Trata de Mujeres y la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos a Mujeres que tuvo lugar en Madrid, el 4 y 5 de febrero del pasado año y que reunió a 40 especialistas de 22 países.

Perseguir en España a los que se dedican a la trata de mujeres con fines de explotación sexual ha demostrado ser una misión imposible. Esto lo prueba el hecho de que en 2017 se abrieron solo 103 causas judiciales por dicho motivo, según informa la Fiscalía General del Estado.

En España solo se penalizan algunas formas de proxenetismo. La dificultad es enorme para llevar a un proxeneta a prisión porque suelen ser organizaciones transnacionales, lo que dificulta recabar evidencias y, sobre todo, se debe probar la extrema vulnerabilidad de la mujer víctima de la explotación sexual y hay que demostrar que no ha tenido otra alternativa real que someterse al abuso y explotación y eso es muy difícil. según palabras de Beatriz Sánchez Álvarez, fiscal adscrita al Fiscal de la Sala de Extranjería.

Para que una investigación de esta naturaleza prospere es absolutamente necesario contar con el testimonio de la víctima y hay que tener en cuenta que los tribunales son muy reacios a investigar un delito en el que la mujer explotada sexualmente no admite serlo y no presta su colaboración con la justicia a través de su testimonio.

Una posibilidad que se apunta es la conveniencia de que la legislación española penalizara a los que solicitan dichos servicios sexuales y pagan por ellos por ser cooperadores necesarios. En otros países europeos ya penalizan a quienes demandan los servicios de prostitución, como es el caso de Francia que en febrero de 2019 el Consejo Constitucional de dicho país declaró  conforme a la Carta Magna castigar a los consumidores de la prostitución, lo que estableció una ley aprobada en 2016 que había sido recurrida por varias organizaciones.

El hecho de que haya prostitución está basado en que hay muchas personas que compran sexo. Por ello, penalizar la conducta de estas personas puede ayudar a prevenir esos delitos y protege la dignidad de las personas, según ha manifestado Grégorire Théry, director ejecutivo de CAP Internacional, y de  la Coalición por la Abolición de la Prostitución.

Por otra parte, son muy numerosos los estudios realizados sobre los efectos irreversibles y devastadores que provoca la prostitución en las personas que la ejercen, por ello hay países en los que la trata de seres humanos está considerado como un delito de lesa humanidad que, por su extrema gravedad, no prescribe nunca.

Otros Gobiernos califican a la prostitución como “esclavitud moderna”. Ninguna nación civilizada puede consentir la prostitución que niega la dignidad de quienes la ejercen. No se puede pensar para justificar esta lacra social que las personas que se prostituyen son libres de hacerlo o no y de dejarla (la prostitución) si ya la ha ejercido. La supuesta voluntad de la prostituta muchas veces se confunde con la pobreza, la incultura, el convencimiento de que ese es un trabajo como otro cualquiera, la falta de respeto a si misma y el ambiente  de marginación en el que ha vivido que no le ha enseñado a establecer los valores que permiten a un ser humano crear los pilares de su propia dignidad y del respeto a sí mismo,

Ya decía  Johann Wolfgang Goethe que “Nadie es más esclavo que quien se tiene por libre sin serlo”.


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