Este blog comienza con un nombre que indica cuál va a ser su contenido: los apuntes, si no diarios, sí periódicos y, además, marginales en cuanto que no se encuadran en ninguna temática concreta y sí sobre aspectos llamados marginales sobre aquellos acontecimientos y noticias que nos afectan a todos como meros ciudadanos de un país que se está convirtiendo en tierra de promisión fallida para muchos, los inmigrantes con o sin papeles, y para la mayoría de los ciudadanos en un escenario donde se desarrolla una gran farsa: la de la supuesta pacificación del conflicto de Euskadi y las negociaciones entre el Gobierno y los que han estado durante más de treinta años declarando la guerra al Estado español, a la propia nación vasca y a la ciudadanía española, convirtiéndose ahora en supuestos interlocutores válidos para resolver y pacificar a una tierra y a un país entero al que no han dejado en paz en todos esos largos años, sembrándolo de cadáveres, de sufrimiento y terror. Se da así la paradoja de que, ahora, los lobos quieren guardar a los corderos por el bien de todos...
Las noticias de corrupción urbanísticas, los problemas creados por la inmigración descontrolada, entre los que se cuentan el aumento incansable de delitos cometidos por parte de los inmigrantes, casi todos ilegales, lo que produce que más de un 60% de los reclusos en las cárceles españolas son extranjeros; la inseguridad ciudadana; la falta de perspectivas laborales para los jóvenes; la imposibilidad de encontrar trabajo para los mayores de 45 años que se encuentren en esa tesitura; la carestía de la vivienda y un largo etcétera, hace que abrir los periódicos por las mañanas o escuchar los noticiarios de la televisión y radio sea como dar un salto al vacío cada día entre catástrofes naturales, accidentes, sucesos violentos, guerras en otros países, corrupción política y todo el muestrario de horrores, barbaries, violencia y terror que nos inunda y que hace que el ciudadano tenga poco resquicio para la esperanza, a pesar de poseer un sano optimismo y un deseo de ver la vida positivamente.
Gracias a ese mecanismo de defensa ante la depresión y la sensación de que nada merece la pena en un mundo cuya complejidad y dureza se nos recuerda cada día, es la que nos mantiene vivos y, sobre todo, con deseo de luchar, de levantarse cada mañana, pensando que ese nuevo día nos ofrece nuevas posibilidades, otros retos por los que merece la pena luchar y seguir viviendo, en un piadoso y siempre reconfortante autoengaño que la Naturaleza, siempre sabia, ha sabido imprimir en cada ser vivo, humano o no, para que el milagro de la vida pueda renovarse cada día, exceptuando a quienes por depresión profunda, o enfermedades terminales, pierden, definitivamente, el sentido de la vida y el deseo de seguir luchando, porque ya no tienen más futuro que alcanzar que su propio dolor y su sufrimiento cada día renacido en una nueva tortura.
Naturalmente, aparte de esos casos extremos y terribles, todos vamos viviendo, sobreviviendo entre la desilusión, el fracaso, más o menos acusado por temporadas, la frustración de ilusiones no alcanzadas y la sensación de que algo, aunque muchas veces no sepamos qué es, se nos escapa de forma irremediable y es esa sensación de falta de plenitud en los logros y de satisfacción, precisamente, la que nos empuja diariamente a seguir en pos de unas ilusiones, unas metas que, aunque sospechemos que son muchas de ellas inalcanzable, no por ello sentimos menos deseo de esforzarnos en alcanzarlas, porque sabemos que es esa lucha, ese esfuerzo, los que nos validan a nosotros mismos y los que dan el sentido a nuestras vidas, reconociéndonos en nuestros propios sueños a los que, si abandonáramos, quedaríamos huérfanos de todo empuje y de todo estímulo para seguir viviendo porque la vida no es más, ni nos ofrece otra cosa diferente a lo que pongamos en ella, hucha gigante en la que, al romperla, sólo encontraremos las ilusiones, las utopías y los anheloss que, una vez, pusimos en ella y, aunque estén rotos, gastados y caducos, son una parte de nosotros mismos, la misma en la que anida ese tictac, reloj misterioso y tenaz que mide el tiempo que nos ha sido concedido para hacer realidad nuestros propios sueños.