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LOS PARADOS



Una de las formas de exclusión o marginalidad más terrible por sus efectos y consecuencias es el paro, sobre todo si es de larga duración, porque afecta no sólo a la situación económica del parado, sino también a su autoestima, a su propio equilibrio psicológico y crea o agrava los problemas familiares o matrimoniales de quien se ve inmerso en la terrible situación de formar parte de la interminable lista de parados en busca de empleo.

La falta de trabajo trae consigo una trágica secuela de problemas económicos, psicológicos, y familiares que puede acarrear la ruina personal y familiar de quien padece esta terrible situación que se ha agravado con la crisis económica mundial, lo que arroja una cifra escalofriante de parados en España, por ceñirnos sólo a nuestro país, de 4.600.00 personas, pues a la cifra oficial facilitada por el Ministerio de Trabajo correspondiente al mes de noviembre  de 2010, que asciende a 4.110.294 personas, hay que sumar la cifra las 256.933 personas que son llamadas “demandantes de empleo no ocupados”, que realizan cursillos de formación y los más de 250.000 que buscan “empleo de disponibilidad limitada” o “demanda de empleo específica” y que, sumadas estas tres cantidas, asciende a la cifra de 4.600.000 personas, que es la cantidad real no oficial, ya que desde 2008 viene siendo maquillada con las rebajas antes especificadas, en un intento de disminuir las listas de desempleados para no exponer ante la opinión pública la verdadera y siniestra realidad de la situación laboral en España.

Por otra parte, en los doce últimos meses la Seguridad Social ha perdido 234.060 cotizantes, bajando la tasa de –4,67 a –1,32 que, aunque es un dato positivo por la reducción de la pérdida de puestos de trabajo, hay que tener en cuenta que los gastos por prestaciones se disparan, precisamente porque los antes cotizantes pasan a ser receptores de la prestación por desempleo, además de que los gastos sanitarios siguen siendo los mismos con un índice constante de aumento.

Ante una situación como la que está viviendo España con una economía sumergida en una crisis galopante, los parados ven cada vez más lejos, más imposible encontrar un puesto de trabajo y el tiempo siempre corre en su contra, porque la prestación por desempleo tiene fecha de caducidad y esa certeza hace más angustiosa la espera expectante del parado en busca de empleo que se siente detenido en un presente del que se ha borrado la palabra futuro por inexistente, y el pasado le parece irreal en el recuerdo de la seguridad que representaba tener un puesto de trabajo y la vida resuelta. Pero ese recuerdo se hace más amargo en su presente detenido en el que el tiempo parece no avanzar hacia la salida de la pesadilla que está viviendo y, sin embargo, sabe que avanza veloz hacia el final de ese único apoyo que significa el cobro del paro que, cuando desaparezca también, se habrá cerrado todo atisbo de esperanza, de ayuda, de salvavidas para no ahogarse en la total y absoluta desesperación.

Los comedores sociales, las ayudas de Cáritas, Cruz Roja, y tantas y variadas ONGs se ven desbordados por la multitud de solicitantes de prestaciones, personas de todo tipo y condición que buscan en esas ayudas imprescindibles para la subsistencia el refugio para la adversidad en la que están ya inmersos, en una caída veloz que sobrecoge por el número y el aumento progresivo de estos nuevos indigentes con corbata y maletín, poco tiempo atrás, y que ahora han perdido todo, incluso la autoestima, el orgullo y la esperanza.

No hay, por ello, peor marginación que la pobreza inesperada, la falta de un puesto de trabajo para mantener no sólo las necesidades vitales, familiares y a través de ello la necesaria sensación de pertenecer a una sociedad, de ser un miembro más, productivo y útil, de ser autosuficiente y de ser respetado por todos.

Y para contribuir a la terrible situación en la que viven los muchos desempleados que no tienen ya ni la ayuda que supone la prestación por desempleo, el Gobierno ha tomado la decisión  -y eso que es un Gobierno socialista que pregona apoyar a los trabajadores y a las clases más desfavorecidas- la suspensión de la ayuda de más de cuatrocientos euros que era el único balón de oxígeno que podrían recibir los que ya no reciben nada más que la más absoluta carencia de toda salida, de toda solución a su presente desvalido y paupérrimo, y esta sarcástica felicitación navideña por parte del Gobierno, para paliar los dispendios hechos en otros sectores de la economía y disminuir el déficit público, le viene a corroborar a los parados que quienes les niegan toda y última ayuda, no pueden ser los que resuelven la crisis económica que ha sumergido a España, y a los parados sobre todo, en un callejón sin salida.

Los parados necesitan un puesto de trabajo, pero además necesitan poder recomponer su propia autoestima hecho añicos, comprender por qué extraño y cruel sortilegio sus vidas se han  truncado, llevándose por delante tantos años de esfuerzo, de trabajo, de experiencia y de ilusiones. Eso sólo lo puede arreglar un nuevo puesto de trabajo que, en los tiempos actuales, es tan difícil de lograr como encontrar una explicación coherente, lúcida y veraz que explique el enigma de qué, por qué o quién tiene la culpa de que su vida se haya desmoronado como un castillo de naipes destruido por el manotazo ciego de un destino atroz.

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