por Ana Alejandre
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Portada de " Consciencia. Más alla´de la vida |
Pero antes de que esta se produzca,
el moribundo, sea cual fuere el motivo de su agonía: muerte natural o
accidental, pasa por una serie de experiencias a las que se les ha dado el
nombre científicamente de Experiencias cercanas a la muerte (ECM) que se
relatan continuamente por personas que, habiendo estado en la frontera de la
muerte, incluso en estado de muerte clínica, han vuelto a la vida y todas ellas
hablan de similares percepciones con independencia de su edad, sexo, religión,
ámbito cultural y personal idiosincrasia.
Todas estas experiencias que son muy
ilustrativas ante un fenómeno que nos atañe a todos y por el que, antes o
después, cada ser humano tendrá que pasar, han sido recogidas en el libro de
Van Lommel, “Consciencia. Más allá de la vida”, publicado por la editorial
Atalanta y que, por su interés se pueden relacionar a continuación por ser
todas ellas habituales y simultáneas al misterio que encierra el propio hecho
de la muerte:
1 . Inefabilidad.
Expresión difícil de ser expresada con palabras porque es una sensación ajena a
las experiencias normales, por lo que la propia palabra indica que no puede ser
explicada y alude a una experiencia de felicidad y goce inexpresable.

3.- Plena consciencia de estar muriendo de forma irreversible, pero sin dejar de ser
consciente de lo que rodea al moribundo, por lo que se oye a médicos y
familiares declarar la eminencia de la propia
muerte. A veces, viene acompañado del sonido de un silbido o zumbido.
4.- Experiencia extracorpórea (autoscopia). El declarado muerto ve la
escena de su fallecimiento desde un punto situado por encima de su cuerpo, a
veces, a varios metros de altura, con toda exactitud e, incluso, viendo
detalles de la habitación o del lugar donde se produce la muerte que son
completamente desconocidos para quien fallece y sus acompañantes y cuyos datos
se comprueban fehacientemente después. Se produce el extraño fenómeno,
incomprensible desde el punto de vista material, de que los invidentes ven y
detallan todo lo que les rodeaba en ese trance
5. Espacio oscuro. Se percibe un
espacio vacío, negro, cerrado y también se puede experimentar la sensación de
ir penetrando en un túnel, por el que el muerto se abre paso, siendo éste
estrecho, tenebroso y sombrío, aunque, en ocasiones, puede aparecer multicolor.
Aparece una luz a la que se aproxima y se ve completamente envuelto por ella,
percibiendo un sentimiento inexpresable de gozo y beatitud, además de la
sensación de infinito amor y aceptación incondicional.

7. Encuentro con personas fallecidas: Familiares, amigos y conocidos ya fallecidos salen al encuentro,
a los que se les puede reconocer sin duda alguna, aunque su aspecto aparece
radiante de salud y plenitud, a pesar de que el recuerdo o la imagen que se
conserve de ellos sea el de los últimos momentos de su vida.
8. Visión de un ser de luz o
luminaria. Luz no cegadora pero que lo penetra todo y a través de la que
el muerto se siente arrastrado por ella.
Dependiendo del ámbito cultural y religioso del muerto, éste podrá visualizar a
entidades divinas que estén relacionadas con sus propias creencias.
9. Visión de la propia vida. Se
visualiza la propia vida en todas sus acciones, palabras y pensamientos. El muerto
percibe los sentimientos y emociones que provocó en los demás, además de los
suyos propios, porque todo le afecta igualmente. No es una sensación visual
panorámica, sino de un sentimiento o empatía profunda llena de comprensión, en
la que no existe juicio sobre personas o hechos, sólo una total y absoluta
comprensión aceptadora.
10. Prognosis. El fallecido puede
ver un fragmento de la vida que aún tiene que vivir, lo que le indica que ha de
“resucitar” aún a la vida terrenal.
11. Percepción clara de una frontera.
Ésta se le aparece de diferentes formas:
niebla, valle, muro, puente, río o puerta, ésta última parece que suele ser la
más numerosa. Es consciente de que, una vez traspasada esa frontera sea cual fuere su
forma, no podrá regresar a la vida.
12. Regreso consciente al cuerpo. Esto
se produce de forma abrupta y desagradable y con sensación de pena de volver a “estar
vivo” y no seguir en aquella dimensión de paz, amor y plenitud.
A pesar de lo extraordinario deestas experiencias relatadas por millones de personas en todo el mundo y épocas, como una constante universal, lo más asombroso y extraordinario no es la propia experiencia en sí, sino las consecuencias trascendentales que obtiene quien las experimenta y que se reducen a dos como las más importantes: la primera, es la total pérdida de miedo a la muerte que desaparece definitivamente del ánimo de quien la ha experimentado; y, la segunda, el profundo cambio anímico y emocional que experimenta quien la vive que obtiene, a partir de entonces, una visión completamente generosa y altruista que cambia su vida y su actitud vital ante los demás, por lo que la propia existencia ya no vuelve a ser igual, sino que tiene un significado mucho más profundo y trascendente.
Hay que tener en cuenta que existen variantes de ECM que no están provocadas por el fallecimiento, sino por otras causas que pueden ser su detonante: una intervención quirúrgica, una práctica continuada de meditación que se produce en el seno de diferentes culturas y creencias, y diversos estados alterados de conciencia, a los que la ciencia actual llama simplemente “estados de conciencia” que son diversos entre sí, pero no significan alteración alguna.
Naturalmente, habrá
escépticos que nieguen la realidad de unos hechos y experiencias relatados por
millones de personas que han visto cambiada su vida y han encontrado el
verdadero sentido de la misma. Para los escépticos, cargados con los prejuicios
materialistas ya superados por la propia ciencia, no hay más argumentos que la
espera de ese mañana incierto, aunque siempre seguro, en el que todos sin
excepción tendremos que pasar la barrera que separa la vida de la muerte y en
ella podrán encontrar respuestas ciertas a sus dudas, aunque éstas vengan
acompañadas de esa luz maravillosa que
iluminará ese lado oscuro de la muerte que muchas veces no deja ver la claridad
luminosa de toda vida vivida en consciente plenitud.