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LA AGORAFOBIA


 

Los agorafóbicos son un triste ejemplo de una de las peores formas de marginación, pues quien la provoca es la mente del propio individuo que padece este trastorno relacionado íntimamente con la ansiedad. La agorafobia   es un trastorno de ansiedad que radica en el miedo o fobia no sólo a los espacios abiertos,  como suele creerse,, sino también, a los lugares de los cuales no se puede salir con facilidad,  a los puentes y  a las multitudes, de las que ejemplos pueden ser calles muy concurridas, espectáculos públicos, centros comerciales, aeropuertos y estaciones, etc.

Como se dice antes, la agorafobia y el trastorno de pánico están directamente relacionados, aunque se puede tener episodios de agorafobia –es decir, el temor a salir de casa o del lugar que se considera seguro- con  o sin pánico y pánico sin agorafobia.

Se desconoce aún la causa de esta grave dolencia que inhabilita a quien la padece para llevar una vida normal y poder relacionarse con los demás, pero suele aparecer en un momento dado cuando la persona ha tenido anteriormente episodios de angustia o pánico y puede desarrollar la agorafobia como forma de evitar volver a tener otra crisis fuera de su hogar donde no podría tener el apoyo de su familia o la ayuda necesaria en el momento dado que se produce. La padece de  un 2% a un 4% de la población (lo que supone sólo en España la elevada suma de 940.000 a 1.880.000 personas) que la padecen y su pronóstico es variable, dependiendo de las circunstancias personales y de si se somete o no a tratamiento psicológico y farmacológico para ayudarle a controlar dichos episodios de pánico que son el origen de la agorafobia La edad de aparición suele ser desde los veinticinco a los treinta años, y las personas de 45 a 64 años tienen menos posibilidad de sufrir este trastorno

La agorafobia se manifiesta a través de conductas evitativas, por las que quienes la padecen no quieren salir de casa, territorio acotado y personal en el que se sienten seguros y sin el temor a estar delante de extraños cuando sufrian los estados de ansiedad y pánico en lugares públicos o bien  en lugares abiertos que estuvieran alejados de su hogar o lugar seguro

El paciente que sufre agorafobia atribuye de forma errónea la serie de sensaciones negativas (miedo, ansiedad, pánico, nerviosismo, palpitaciones, mareos, náuseas, etc.,),  que provienen de una causa  anterior  y que  suelen ser experiencias negativas, a los lugares en los que sufre la crisis de ansiedad o pánico; por ello, considera  que la única forma de evitar tener dichas crisis  es no saliendo de casa, sintiéndose seguro entre la cuatro paredes, aunque eso no siempre le  priva de sufrir la crisis de angustia que trata de evitar no saliendo al exterior. Las causas de esas crisis de angustia y/o pánico suelen tener muchos y variados orígenes: problemas emocionales, pérdida de seres queridos, cuestiones laborales, dificultades económicas, enfermedades, cambios hormonales, etc., por lo que suele declarar la mayoría de personas aquejadas de este trastorno que confirman haber pasado por situaciones anteriores difíciles y estresantes: separaciones o divorcios, muertes familiares, pérdidas de trabajo, problemas económicos, enfermedades graves personales, nacimiento o aborto de un hijo, abandono familiar, estrés laboral intenso,etc., aunque no se considera que el estrés por sí mismo pueda por ser causa de la aparición de episodio de agorafobia..

A todo ello también coadyuvan los factores de personalidad que pueden facilitar la aparición y mantenimiento de este trastorno de agorafobia como pueden ser tener una  gran sensibilidad a la ansiedad, poca confianza en sí mismo, escasa asertividad, tendencia al retraimiento social, miedo a la evaluación negativa, gran necesidad de aprobación,  forma errónea de  combatir el estrés; o bien, tendencia a la evitación de los problemas interpersonales, rasgo de ansiedad elevado, alta sensibilidad al daño, tendencia a la neurosis, introversión  muy acusada o la inhibición conductual ante lo desconocido.

       También, pueden ser causa de este trastorno las experiencias negativas ocurridas fuera del hogar en forma de crisis de ansiedad o pánico, desmayos, sensación de asfixia, náuseas, palpitaciones, etc., que pueden venir de causas orgánicas, exceso de estrés, disgustos, accidentes o experiencias traumáticas en las que se ha sentido mucho miedo y un largo etcétera; pero, sin olvidar que la propia genética puede ser también determinante para que aparezca este trastorno de agorafobia como respuesta del individuo ante aquéllas, por lo que relaciona directa y erróneamente el lugar donde se han producido con la causa real que las motivaron.

       El agorafóbico, por ello, se siente muy inseguro en sitios públicos o en lugares abiertos, pero el miedo se acentúa en sitios muy concurridos. Por  dicho motivo, puede empezar a sentir una gran variedad de temores a salir y prefiere quedarse en casa  por  temor a perder el control ante los demás, o miedo a quedarse solo en  lugares abiertos y despoblados; o por temor  a no poder salir de lugares que le son desconocidos. Todo ello le provoca una extrema dependencia de los más allegados y, en algunas ocasiones,  sensación de irrealidad de que su cuerpo parece no ser propio, inquietud extrema al pensar en abandonar el propio hogar, lo que se traduce en una extrema necesidad de quedarse en  casa por largos períodos de tiempo,  como forma de evitar sufrir una nueva  crisis de ansiedad o pánico fuera del hogar, por su creencia errónea de que dichas crisis están provocadas por los lugares físicos donde sucedieron las anteriores, no por problemas emocionales o psicológicos no resueltos que provienen de otras causas ajenas a dichos lugares que quiere evitar.

   La agorafobia suele presentar en quien la padece otras fobias concomitantes como pueden ser fobia a quedarse solo/a (anuptafobia); fobia a los lugares cerrados (claustrofobia); al agua (hidrofobia); a las alturas (acrofobia); o bien, a estar rodeado de gente (ecnotofobia), o a las enfermedades (hipocondría), al tiempo/clima, (cronofobia) o al sexo (erotofobia), por decir sólo algunas.

    La realidad compleja de este trastorno de ansiedad sólo puede ser valorada por un especialista y para poner remedia tanto de psicoterapia conductual como farmacológico, con lo que se consiguen grandes avances para curar dicho trastorno.

    Quien sufre agorafobia tiene temor a salir de su entorno más íntimo, de su hogar, aunque la casa en el psicoanálisis representa al propio cuerpo. Como si el paciente no  quisiera abandonarse y perder el control sobre sí mismo al salir de casa, quizás porque hay un contenido subconsciente de represión continua en su vida, en la que se ha tenido que reprimir y controlar sus impulsos, deseos o apetencias en situaciones difíciles, comprometidas o graves en las que el autocontrol le ha mantenido a salvo, pero a costa de un gran sufrimiento psíquico que parece revelarse en las crisis de angustia y pánico que le han llevado después hasta padecer agorafobia como reacción a aquéllas.

      La agorafobia es completamente incapacitante para quien la padece, porque no puede salir ni hacer una vida normal de trabajo, estudios, relaciones sociales y de esparcimiento, ya que el sufrimiento que le genera el hecho de pensar en salir de su entorno seguro por el temor a sufrir otra crisis de angustia o pánico, le mantiene en esa jaula invisible, trampa letal para su propia autonomía personal y realización que le  obliga a quedarse como un vigilante siempre alerta en la atalaya de su propia marginación, sin poder abrir la puerta que le libere porque la llave para hacerlo está en lo más profundo de su psiquismo. Sólo con ayuda profesional podrá encontrarla para abrir la puerta que le pueda permitir salir al exterior y vivir en sociedad con total normalidad, la que la agorafobia le impide a toda persona que sea atrapada en sus sutiles e invisibles redes que asfixian, torturan y encadenan ante la incomprensión de muchos, incluidos, algunas veces, los propios allegados que no acaban de comprender por qué no puede salir al exterior quien parece tener toda libertad de hacerlo, ya que no advierten que no hay peores cadenas que las que la mente puede crear como única forma de liberar toda la tensión, los traumas y las angustias que en su día se vivieron por problemas reales y de los que no pudo o supo salir el agorafóbico, quizás por un exceso de sentido de la responsabilidad o del deber, o por poseer un profundo altruismo y generosidad.

       Este trastorno debería ser tomado en consideración por la sociedad en su conjunto, ya que por ser de origen psíquico tiene ese desagradable marchamo  de escepticismo entre quienes no lo padecen  y no son profesionales de la medicina, porque todo lo que no es un mal físico y demostrable con pruebas clínicas objetivas, pasa a ser siempre objeto de incredulidad, cuando no a ser tratado con un velado o manifiesto matiz de burla o menosprecio ante la incredulidad de que dicho trastorno agorafóbico sea verdad y no una mera excusa por parte de quien dice padecerlo para burlar así sus responsabilidades.


    La agorafobia es un mal que afecta a demasiadas personas, llevándolas hasta un callejón sin salida de sufrimiento, soledad, incomprensión e incomunicación, en una  atroz marginación, porque la agorafobia se puede definir como el miedo al miedo, ése que quien la padece lleva escrito en su alma rota desde hace tiempo por otros males y sufrimientos que le dejaron la ansiedad y el pánico como indelebles heridas aún por cerrar.

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